martes, 13 de julio de 2010

Los Rituales de Magìa Blanca...


En tanto y cuando nos disponemos a tratar, en el presente artículo, el interesante y estimulante tema de los rituales de magia, nos será absolutamente fundamental llegar a aclarar, antes que nada, que al hablar de la magia en tanto rituales nos apartamos definitivamente de la idea de la magia como actividad de entretenimiento. Nos adentramos, así, en el profundo estudio de la magia considerándola como la fuerza a la que el ser humano puede apelar para mantener y mejorar su relación con el cosmos.


Hablaremos aquí, dejando de lado todo tipo de referencia distinta, de los rituales propios de la -así denominada- magia blanca. No queremos entrar en la eterna polémica de si la magia ha de ser considerada como una unidad o como una dualidad (magia blanca por un lado y magia negra por el otro). Diremos que, según la expresión, entendemos por magia blanca el estudio y dominio de aquellas técnicas y conocimientos que permiten a los practicantes alcanzar objetivos de clara tendencia constructiva. Es decir; dejaremos definitivamente de lado, en el presente artículo, los rituales mágicos referidos a la intención de perjudicar la suerte y vida del prójimo (relacionados, más bien, con los conocimientos de magia negra).



Lo primero a saber es que un ritual, antes que nada, es una forma muy particular de procedimiento en la cual el practicante se relaciona de forma respetuosa y muy disciplinada con determinado(s) tipo de energía(s) o ente(s) espiritual(es). Lo decimos de vuelta: Es un procedimiento. Todo en el ritual (si se espera que el mismo nos brinde los resultados esperados) ha de hacerse y producirse en perfecto tiempo y forma: El vestuario y las disposición de los materiales, las movimientos del cuerpo y la pronunciación de los conjuros; nada puede quedar librado al azar. Es fundamental llegar a entender que cuando uno realiza un ritual (sea el que sea) está relacionándose con entidades que están más allá de la experiencia cotidiana, y esas entidades solo responden favorablemente -de ahí la idea del ritual- si las formas de ejecución del mismo son impecables en todo sentido.


Una vez que hemos llegado a comprender definitivamente todo lo que más arriba hemos sabido explicar, ha llegado el momento de disponernos para al estudio de las características esenciales de los rituales mágicos. Eso si; una cosa más: Los rituales de magia son, en realidad, desde su esencia, un tanto similares a muchos de los rituales religiosos a que nuestra vida en sociedad nos tiene acostumbrados. Con esto queremos decir, básicamente, que la única forma de hacer que el ritual tenga un efecto concreto y duradero es creyendo fervientemente en la fuerza que invoca dicho ritual. Por ejemplo: De nada sirve casarse por iglesia (más allá de lo bonito de los vestidos de novia) si en realidad no se cree en el Dios que, según afirma el cura, está sellando la alianza matrimonial. Con los rituales de magia es igual; ningún uso tendrá invocar al espíritu del fuego o al de la tierra, si en el fondo el practicante no cree en la existencia de dichos espíritus. Los rituales son una forma de relación cuya base fundamental está en la fe de la(s) persona(s) que lo ejecuta(n); sin dicha fe, el ritual no pasa de ser, lamentablemente, un montón de payasescas monerías.



Ahora bien; todo ritual de magia consta, casi siempre, de tres elementos básicos (a veces se evita el segundo). Primero, y en relación con el mundo espiritual: las entidades suprasensibles que con dicho ritual queremos invocar. Segundo, desde la perspectiva de la ejecución: las palabras, los modos y el vestuario que deberemos utilizar para que la invocación sea efectiva. Tercero, en base al mundo material: los instrumentos y materiales que utilizaremos para invocar los espíritus. Vemos esencialmente cada caso.



Con respecto al primero de estos tres elementos (la entidad suprasensible que queremos invocar) ya hemos dicho lo más importante: es una cuestión de fe. Habrá que llenar la propia alma con el sentimiento que nos permita conectarnos con el espíritu que pretendemos llamar: amor, dinero, salud, suerte… sea el que sea. Es una cuestión de actitud y se necesita toda la concentración posible.



Segundo (las palabras, los modos y el vestuario). Hecha la excepción de los rituales de magia blanca más avanzados y complejos (que por lo general son patrimonio de comunidades o hermandades grandes), la práctica ritual de la magia blanca no suele requerir de un vestuario particular. Sin embargo, obviamente, no ocurre lo mismo con las palabras y los modos en que estas deben ser pronunciadas. A saber: Ha de pronunciarse el conjuro de forma lenta y clara. Debemos sentir que todo nuestro ser está en cada una de las palabras que soltamos. Compenetración, claridad y lentitud han de ser, entonces, las tres claves fundamentales para la concreción apropiada de cualquier actividad ritual en la que se requiera un conjuro.



Por último, tercero (los instrumentos y materiales): Son una parte fundamental del ritual y suelen dividirse en dos categorías. El material suele hacer referencia a aquello que con el ritual queremos conseguir. Si, por solo dar un ejemplo, estamos buscando atraer dinero a nuestras vidas, será muy pertinente apelar a un billete (cuando se busca el amor de una determinada persona suele apelarse a una foto de la misma). Así, el billete será el material que represente lo que pretendemos obtener, o sea, en este caso, dinero. De manera distinta, el instrumento hace referencia a aquello a que apelamos para la invocación de la entidad espiritual cuya asistencia estamos reclamando. En todos los tipos de magia suele apelarse, para una innumerable cantidad de rituales, al fuego o la tierra. Así, entonces, el fuego es el instrumento por el cual invocamos al espíritu u energía en cuestión. En líneas muy generales, es necesario destacar lo siguiente: mientras el material (el billete o la foto) se coloca en el centro, el instrumento suele colocarse, en forma de círculo, alrededor del material (por ejemplo, si se trata del instrumento fuego, bastará algunas velas o, si se trata de tierra, con algunas tasas rellenas de la misma). Es importante destacar que el practicante (salvo algunas notorias excepciones) debe quedar fuera del círculo.



Existen, ya lo dijimos antes, muchos rituales de magia blanca en los cuales no se hace necesaria la pronunciación de ningún conjuro (los ejemplos que hemos dado cumplen, de hecho, con esta norma). La magia negra, por el contrario, suele, sí, estar particularmente rodeada de una notable cantidad de aquellos. Las características rituales a que hemos hecho referencia en el presente artículo están únicamente vinculadas, entonces, lo decimos otra vez, con el universo de la magia blanca.

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